Bajo el marco de una luna imposible y transitoria en su hermosura, Amalfi merodea en los vínculos entre tres seres, víctimas de una guerra a temporal, metáfora del dolor de cualquier existencia humana, tres seres forzados a desandar caminos que resignificarán sus identidades para siempre.
Ascasubi regresa de la guerra al hogar que compartía con su mujer Carmela, quien lo cree muerto. Ella está ahora con otro hombre casado, Braun y su vida es otra. Pero el pasado la irrumpirá como una resurrección.
Un muerto que no ha muerto. Una viuda que no es viuda. Un amante que quiere no serlo. Un presente tibio, sin compromisos aparentes. Y la guerra allá afuera, como un volcán del que emerge lo olvidado y lo inolvidable.
El milagroso despertar de un calor desconocido cambia absolutamente la percepción y la mirada sobre la propia vida y el modo en que se la quiere vivir.
Amalfi es un viaje por la nostalgia, el dolor por el deseo incumplido de volver, una evocación inquietante sobre tiempos, lugares y sentimientos a donde todos desearíamos regresar y sin embargo sabemos que es imposible.
Todos tenemos un paraíso perdido, uno en el que soñamos como Ascasubi y Carmela sueñan con Amalfi, con dejarse llevar por la inocencia para creer que existe un lugar en el que no podemos ser lastimarnos.
A pesar de ese mundo en guerra y del velado desencanto, los supervivientes no pueden ni quieren resignarse a un mundo sin un lugar como Amalfi, sin la paz y el resplandor del agua quieta, sin el viento que no llega, sin la risa, sin las manos que pronuncian el amor.